lunes, 29 de diciembre de 2008

Equipaje

El día ha amanecido húmedo y gris. Todavía con el eco de los conciertos del fin de semana en el oído preparo el equipaje. Estoy un poco cansado físicamente, han sido días de muchos ensayos y preparativos, pero es un cansancio agradable el que se siente cuando uno ha hecho bien las cosas. Esta noche dormiremos en Zaragoza y mañana emprenderemos viaje hacia el Norte, hacia el mar, hacia ese desconocido año que se avecina. Quién sabe lo que guarda para nosotros.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Frío en la calle

Me siento muy afortunado de que mis padres vivan. Sé que, como la de mis hijos, se trata de una fortuna pasajera, así que las ocasiones en que nos reunimos trato de disfrutar conscientemente de ella. Preparo unos hermosos gambones a la plancha, mamá fríe en la sartén empanadillas caseras, papá, Maite y los chicos entran y salen de la cocina llevando cosas a la mesa del salón. Afuera, al otro lado del cristal empañado de la galería, los tejados conservan la blancura de la niebla escarchada. Doy la vuelta a los gambones, los espolvoreo de sal gorda, los salpico de aceite de oliva. Ya está puesta la mesa, dice alguien, ¿qué champán saco? ¡El de la terraza está más fresco que el del frigorífico! Y es verdad: hace mucho, muchísimo frío en la calle, el pueblo entero está helado. Nuestros corazones no.

domingo, 21 de diciembre de 2008

El noi de la mare

Què li darem a n'el noi de la mare?
què li darem que li sàpiga bo?
Li darem panses amb unes balances,
Li darem figues amb un paneró.

Què li darem al fillet de Maria?
Què li darem a l'hermós infantó?
Panses i figues i nous i olives,
Panses i figues i mel i mató.

Tan patantam que les figues són verdes,
Tan patantam que ja maduraran.
Si no maduren el dia de Pasqua
Maduraran en el dia de Rams!

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Este es uno de mis villancicos favoritos. La interpretación que he podido encontrar es del Orfeó Catalá. Feliz navidad.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cantábrico

Ha helado esta noche y una película blanca cubre todo el paisaje. Los coches que me preceden han abierto una franja seca sobre el asfalto de color azul cantábrico. Sólo faltan dos semanas. Necesito pasear a la orilla del mar.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Jaculatoria

Dejé de fumar hace dos años y medio. No me he cortado el pelo desde abril. Volví a engordar porque dejé de hacer ejercicio y ser abstemio. Cada día admiro más a la gente corriente, héroes de la lucha y la gloria verdaderas, con una admiración inversamente proporcional al asco que me producen, salvo algunas excepciones, intelectuales, escritores, filósofos y obispos en general. Por aquellos no me permitiré, no lo haré, odiar la navidad. Sí me permitiré reírme con mueca de hiena del descalabro de algunos multimillonarios, víctimas de fraudes basados en su codicia insaciable. Este último verano conseguí, después de muchos años intentándolo, dejar de comprar el periódico a diario para pasar a leerlo sólo los fines de semana. No sé muy bien lo que quiero, lo que busco, lo cual a estas alturas de mi vida resulta entre ridículo y patético. Me salva el cariño de algunos que me aman. La música. La exploración.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Miércoles

A este señor le conozco, su cabello ha encanecido y el trazo de la boca se ha transformado en una mueca, viudo sin matrimonio. Yo amo a las madres que acaban de tener un hijo, amo sus cuerpos entumecidos, su piel translúcida, su fortaleza. Oh, no me gusta que usted diga "por favor" constantemente, no, no me gusta: "por favor, por favor, por favor", ¿acaso piensa que voy a atenderle mejor por eso? ¿teme que vaya a tratarle mal por ser marroquí? No, no es necesario suplicar, piense que su actitud nos envilece a los dos. Una anciana de rostro masculino y nariz roja me observa con los brillantes ojos de su juventud.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Leña de almendro

El sábado fui al huerto de mi amigo a recoger leña de almendro. Allí estaban él y su padre de ochenta y un años, quienes, más allá de la generosidad, me habían preparado unos sacos. La mañana era soleada, cristalina, blanca. Estuvimos charlando un rato, cargué la leña en la Picasso y vine a casa. Por la tarde encendí la chimenea con papel de periódico usado. Pronto danzaban las llamas. Puse mi vieja cámara fotográfica sobre la mesa, frente al hogar, y grabé un minuto y medio de vídeo. Me gusta ese crepitar.

Lunes

Me levanto muy tarde, cerca de las doce del mediodía, torpe, pesado, arrepentido. Me asomo a la calle. El cielo es una superficie gris tan lisa y uniforme que parece de otro mundo. Si no fuese por el humo que se eleva de algunas chimeneas pensaría que el pueblo está desierto. ¿Ha caído una bomba de neutrones? ¿Han venido naves extraterrestres mientras dormía y han secuestrado a todos los habitantes de Binéfar? ¿O se trata simplemente del invierno rural, tan distinto al urbano, acercándose?

domingo, 7 de diciembre de 2008

Después del ensayo

A lo que más se parece a veces el ejercicio de la música es al duro trabajo del pico y la pala: repetición y sudor, frustración, paciencia, fe. Primer ensayo de los tres coros que estamos preparando el concierto de navidad con la Orquesta de Cámara de Huesca. Problemas de empaste, típicos cuando se reúnen corales acostumbradas cada una a sus directoras; problemas con la sonoridad de la sala del Palacio de Congresos de Barbastro donde estamos ensayando, cuadrada y de techo muy bajo; problemas con algunas partituras que contienen diferencias entre unos grupos y otros; problemas con los tenores de los tres coros, que definitivamente no tienen su día; etcétera. Sí, yo diría que, en cuanto al ejercicio de la música se refiere, la fe, casi tanto como el pico y la pala, es un elemento absolutamente imprescindible.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Polvo de alas

A las seis de la tarde salgo del trabajo entorpecido por el (polvo de alas) peso de todas las personas con las que he hablado a lo largo del día: hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, niños traductores para sus padres extranjeros. Tantas palabras brotando de mi boca hasta quedarme ronco, tantos (compasivos, indiferentes, enternecidos, cínicos, indignados, lujuriosos, melancólicos) pensamientos. A las seis de la tarde salgo de la oficina y ya es de noche. Entro en mi coche, introduzco la llave bajo al volante, arranco el motor y se iluminan los instrumentos de color verde. Nunca deja de sorprenderme la (inevitable) sólida consistencia del vínculo que existe entre todos nosotros, (navegantes) seres humanos. Un vehículo me envía un destello de luces desde atrás, con un gesto de la mano su ocupante me pregunta si voy a dejar libre la plaza de aparcamiento, le digo que sí, pongo en marcha el intermitente, maniobro para salir, (vuelvo a mi casa) me voy.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Expedición

La expedición se detuvo lenta, imperceptiblemente: aquí un explorador de avanzada se demoró más de lo necesario ante el reflejo del atardecer en las nubes, allí un porteador escuchó por vez primera el sonido que producían sus pies en la nieve, ahí las dunas del desierto engulleron clanes enteros, allá otros se perdieron en bosques de bambú.

martes, 25 de noviembre de 2008

Noviembre

Mañana fría de noviembre. ¿Es posible que ya estemos en la última semana? Mientras en el microondas se calienta la leche en la radio advierten de la llegada de una ola de temperaturas glaciales, con nevadas a partir de quinientos metros de altitud. La luz es gris en la calle, gris sobre los tejados de las casas, sobre los coches aparcados junto a la acera. El microondas hace clink.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El sueño del erizo

El erizo se envuelve en su nido,
los patos vuelan matemáticamente
hacia el sur en el cielo
y en los tendidos eléctricos
en medio del campo,
como notas musicales y absurdas,
descansan pequeños pájaros negros
cuyo nombre desconozco.

Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
todo el mundo lo sabe.


Mas lo que nadie sabe es
con qué sueña el erizo
que duerme en su nido,
ni cómo es el sur en el cielo,
ni cual el dolor o el gozo
de tantas hojas rojas
sobre la tierra.

Desde lejos viene la lluvia, desde lejos,
y luego vendrá la nieve, tan blanca.

martes, 18 de noviembre de 2008

Que ahí viene

Hace mucho que la noche dio fin a las tareas de las grandes máquinas naranjas y amarillas, que con la llegada de la oscuridad dejaron de desbrozar las rectas franjas de terreno que dentro de algunos meses se convertirán en la autovía que recorreré cada día. A estas horas los trabajadores de chalecos reflectantes descansan en sus casas con sus familias. En la torre de la iglesia de San Pedro dormitan las cigüeñas que decidieron soportar aquí el invierno que ahí viene.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Después del ensayo

Ni la poesía
ni el dibujo
ni la fotografía
ni el cine
ni la gastronomía
ni el sexo
ni la religión
ni la investigación
ni el estudio
ni la medicina
ni la arquitectura
ni la paleontología
ni la novela
ni las playas
ni los prados
ni los caminos del campo,

sólo la música,
ella lo consigue.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Veinte

Por la tarde, a eso de las cuatro, me tumbo en la cama cubierto con una manta. Al cabo de lo que parecen veinte o treinta segundos una voz femenina se abre paso en la oscuridad: Jesús, Jesús, ¿sabes qué hora es? ¡Son casi las siete! Ya voy, ya voy, digo como un niño pequeño, y me doy la vuelta. En mi cerebro es por la mañana, en otro sitio, en otro momento. Vuelvo a caer en un pozo y en seguida, de nuevo: ¡Jesús, son las siete y media! ¿Hasta qué hora vas a dormir la siesta? Abro los ojos. Ella da la luz. La bombilla de uno de los tres brazos de la lámpara del techo está fundida desde hace meses, mañana la sustituiré. La calle está oscura como boca de lobo. Suena el teléfono. Ella desaparece en el pasillo. Escucho su voz que dice: "Soy su mujer, ¿qué desea?", y a continuación: "Verá, es que ya tenemos todos esos seguros, ahora mismo no necesitamos ninguno más. No. No. Se lo agradezco pero no, gracias". Cuelga. ¿Seguro que no es por la mañana? Entonces, ¿cómo se explica esta tremenda erección matutina? ¿Será su voz diciendo: "Soy su mujer, qué desea"? Oh, sí, me excita escucharle decir eso. Poco a poco vuelvo a la realidad y caigo en la cuenta de que Paula está en casa de una amiga y Carlos ha ido a un cumpleaños. Campo libre. En plena trempera matinera a las siete y media de la tarde la llamo por su nombre y le pido que venga. Anteayer cumplimos veinte años de matrimonio. Conozco cada centímetro de su piel. Sé cómo ir despacio y cómo ir deprisa. Es mi mujer. Yo sé lo que deseo ahora.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Compras de ciudad

El sábado por la tarde, cerca de las ocho, sucede: en un centro comercial repleto de miles de congéneres mi sistema límbico se derrumba después de unas cuantas horas de intensa actividad adaptativa: de pronto todos los seres humanos que me rodean me parecen deformes, tarados, escoria de sus moldes, repugnantes monstruos ajenos a su fealdad. Me apoyo en un pilar de falso mármol travertino e intento recuperar la cordura. Mi familia se da cuenta de que no camino entre ellos y regresa a buscarme. Mi mujer me dice que tengo mal aspecto, ¿te encuentras bien? No pasa nada, le digo, me agobia tanta gente, no lo puedo evitar. Mi hija me dice que parezco un paranoico, que siempre me pasa lo mismo en esos sitios (cuando lo que está queriendo y consiguiendo decir es lo siguiente: me estás fastidiando mi día de compras, papá, por favor, compórtate como cualquier otro padre generoso y aguanta). Mi hijo también está harto, lo sé, pero calla con aparente indiferencia porque va detrás de una pieza mayor (que finalmente conseguirá). Vete a casa, me dice mi mujer, tienes mal aspecto, vete a casa y descansa, cuando terminemos te llamamos y vienes a buscarnos, ¿te parece bien? Oh, me parece maravilloso, casi me dan ganas de arrodillarme y besarle los pies. Me alejo de allí lo más rápidamente posible sin que parezca que me persigue la policía. Cuando salgo del aparcamiento subterráneo pulso el botón que baja la ventanilla del coche y dejo que el frescor de la noche de Zaragoza despeje poco a poco mi mente.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Planeta lejano

Desde hace unos días hay nieve en la cordillera. A las ocho de la mañana el sol ilumina las cimas frontalmente en algunos tramos de la carretera, convirtiendo el viaje a Barbastro en una experiencia estética. Sobre los campos de cebada cubiertos de brotes verdes como musgo se eleva un metro o metro y medio de tenue neblina. En los desmontes y barbechos los arbustos de aliaga, que este año crecieron más altos que nunca, se han secado y languidecido hasta transformarse en el decorado de una película de ciencia ficción, vegetación muerta de un planeta lejano. El termómetro del coche señala cinco grados.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Yo no soy bueno

Yo no soy bueno. Cuando se cruzan en mi camino personas que perdieron mi respeto, personas a las que en el pasado vi actuar miserablemente con quienes habían llamado amigas y amigos, personas bajo cuya aparente capa de exquisita educación esconden el cinismo y la arrogancia más despreciables, cuando se cruzan en mi camino ese tipo de personas cambio de acera, y si se empeñan en entrar en mi casa las expulso de ella. A estas alturas de mi vida no pediré perdón por elegir amistades y conocidos. Así de malo soy.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un día histórico

Me levanto con la noticia de que Barack Obama se ha convertido en el primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos de América, y lo ha hecho, como sucedió en las primeras elecciones de José Luis Rodríguez Zapatero en España, con una afluencia masiva de votantes, entre ellos, significativamente, jóvenes y ciudadanos que en otras ocasiones no acudían a las urnas. Tal vez este miércoles otoñal sea una de esas fechas históricas que recordaremos cuando seamos muy mayores ("yo tenía cuarenta y cinco años el día que Obama ganó la elecciones"), sobre todo si cumple con sus promesas de cambio y regeneración en estos tiempos de crisis. El mundo necesita líderes carismáticos, líderes honestos que sean conscientes de los errores que se han cometido. Hoy siento un poco más de esperanza que ayer.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Deshoras

El sonido del agua en los canalones del tejado me despertó a las cinco y media de la madrugada. Fui al frigorífico y bebí zumo de naranja. Llovía furiosamente a la luz de las farolas de la calle. La casa estaba en silencio. Vine al salón y estuve leyendo. Dejó de llover y se levantó el viento. Cuando empezaba a amanecer regresé a la cama. He dormido hasta las once y media. El domingo es oscuro y frío.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Vacas flacas

En medio de la crisis
el frío regresó
con la indiferencia
de las vacas gordas.

Dentro de las casas
vuelan las últimas moscas
de este año veloz:
vivirán dos semanas.

Qué hermoso es el latido
de la arteria en tu cuello.
No quieras saber nada,
no ahora, y bésame.

sábado, 25 de octubre de 2008

Después del ensayo

La navidad comienza muy pronto para los ciudadanos que cantan en un coro: todavía no han guardado las camisas de manga corta cuando ya están entonando Adeste Fideles, Panis Angelicus o White Christmas. En el mío andamos ensayando una misa concierto para el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y el concierto extraordinario de navidad que este año cantaremos junto a la coral Barbitanya de Barbastro y la coral de Graus, acompañados por la Orquesta de Cámara de Huesca dirigida por Antonio Viñuales. Hay dos o tres piezas nuevas que debemos aprender, algo que me entusiasma porque existen pocas cosas más prodigiosas que asistir al proceso mediante el cual un grupo de personas que desconocían una obra musical la trabajan y estudian y ensayan, bajo la batuta de su directora, hasta hacerla suya, suya para poder compartirla.

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. Bebo un gin-tonic traicionando mi habitual cerveza Voll Damm y el chupito de whisky. Hablamos de religión, de sexo, de internet, de películas, de música. Cuando salimos del bar ha refrescado un poco y subo la cremallera de mi chaqueta de lana. Conduzco de regreso a casa a través de calles estrechas, la luz de los faros del coche iluminando las paredes del laberinto.

jueves, 23 de octubre de 2008

Dientes y uñas

Viaje a Lérida para una visita rutinaria al ortodoncista uruguayo de mi hijo. Nos llevamos una sorpresa cuando nos comunican que Alejandro ya no está porque se ha trasladado a trabajar y vivir en Barcelona. Hace años que le conocemos, también trató la boca de Paula, y su marcha nos disgusta porque era muy simpático, siempre de buen humor, cariñoso con los niños. Resulta extraño que tu médico desaparezca así, de un día para otro, sin despedirse ni nada. En su lugar han contratado a una doctora de aspecto mucho más serio, amable y correcta pero sólo lo justo, sin alegrías ni confianzas. Es catalana. Al revisar la boca de Carlos toca una de sus muelas de leche, que se mueve desde hace días, y sin preguntar ni dar explicaciones rocía la zona con un spray anestésico y la arranca. El paciente de once años, tumbado en la camilla con la boca inmovilizada y abierta de par en par, sólo puede cerrar los ojos y disimular que casi no le ha dolido. Nada grave, aunque Alejandro hubiera hecho alguna broma, hubiera convertido la extracción en una aventura, hubiera dicho con su acento cantarín: "¿Viste? Ya está, fuiste muy valiente, Carlos, jó, qué tío". Su sustituta se levanta, se vuelve hacia mí y en un catalán casi tan cerrado como el que conozco de los años en Gerona me dice que todo va bien, que la auxiliar va a extraerle el aparato del paladar y que nos veremos dentro de un mes. Se va.

"Qué, Carlos, ¿cómo ha ido?", pregunta Yolanda, "¿te ha tratado bien la doctora?". El chico encoge los hombros. Ella sonríe y me guiña un ojo. Al terminar dice: "Carlos, ¿quieres quedarte con la muela?". Él mira la pequeña pieza sanguinolenta y dice que no. Yo le pregunto a Yolanda: "¿Hay quien se las queda?". "Oh, sí, mucha gente guarda los dientes, supongo que les hace gracia, mira, igual por tener un recuerdo o algo". Es entonces cuando de repente, con total claridad, resucita en mi memoria el cajoncito de un reloj de latón de esos adornados de angelotes y rosetones donde mi madre guardaba dientes diminutos. Estaba, todavía está, en la entrada del piso de Zaragoza, a la derecha. Diminutos dientes de sus hijos, algunos míos. El olor del ascensor, el olor de la escalera, de la casa. Los instantes en los que yo, cada vez más mayor, abro ese cajón y miro con fugaz curiosidad las amarillentas cuentas, esos restos paleontológicos. Yolanda tira al cubo de desperdicios la muela de Carlos. Nos despedimos, pagamos en recepción, nos vamos.

Por la noche termino de limpiar en la cocina dos lomos de melva, les arranco con cuidado las espinas de la ventresca, los despego minuciosamente de la piel, mis uñas se ennegrecen de sangre. En la perola ya casi están cocidas las patatas con el sofrito de cebolla, ajos, pimientos verdes, vino blanco y agua. Corto el pescado en dados medianos, apago el fuego y los echo: el marmitako se acabará de hacer él solo en un momento. Mientras mi familia pone la mesa en la cocina yo en el lavabo peleo con la negra sangre de pescado infiltrada en mis uñas. Las cepillo, las cepillo una y otra vez.

lunes, 20 de octubre de 2008

Flor del mundo

A las cuatro y media de la tarde atendí a una joven ecuatoriana de grandes ojos negros y tez pálida. Olía a fritura, a cocina industrial. Venía de trabajar. Flor del mundo. Dulzura.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Somontano

Cada día laborable conduzco ida y vuelta durante unos cuantos kilómetros entre viñedos. Me gusta contemplar cómo las estaciones van dejando su huella en ellos, cómo son podados en invierno hasta dejarlos en limpios esqueletos, cómo aparecen los primeros pámpanos en primavera y luego se convierten en ramas que se cubren de hojas verdes en verano, cómo maduran los primeros racimos de uva, la campaña de la vendimia y después, ahora, en otoño, cómo la espesura se tiñe de amarillo y de rojo en un alarde de belleza ajeno a la belleza y la muerte, mi mirada.



Paseo por los viñedos de Bodegas Laus hoy, de vuelta del trabajo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Gran premio

A las seis y media de la mañana me levanto y acudo a despertar a Carlos para ver juntos el Gran Premio de Japón de Fórmula Uno, ignorantes aún de que Fernando Alonso ganará la carrera con su Renault, demostrando lo mucho que ha evolucionado su equipo y que es uno de los mejores pilotos del mundo. Mientras disfrutamos del espectáculo amanece poco a poco.

viernes, 10 de octubre de 2008

De las hojas

La savia
se detiene
lentamente,
milímetro
a milímetro,
en las arterias

de las hojas

que caerán.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mermelada de higos

A las nueve de la mañana asisto a un curso de trabajo en Huesca. La voz monocorde del profesor convierte mis neuronas en gelatina. Tengo microdesmayos en los que sin embargo, lo sé, no importa que sea incapaz de recordarlos, sueño. Mis compañeros también lo hacen, puedo reconocerlo en la laxitud de sus mandíbulas, en su respiración suave y acompasada, en sus ojos exageradamente abiertos.

Por la tarde preparo mermelada con unos higos casi condenados al cubo de basura. Extraigo su carne, la pongo en una cazuela con dos cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón y dejo que hierva lentamente durante un rato. Hacer mermelada es lo más fácil del mundo. La de higos está muy buena con queso de sabor fuerte como el que nos gusta en casa.

Apenas escribo nada. No hago ejercicio y he vuelto a engordar. Me estoy dejando el pelo largo a pesar de los rizos. Me gusta el frío pero desde hace unos días me ducho con agua caliente. Por la noche me sirvo un generoso bourbon con hielo y leo libros sobre la segunda guerra mundial.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Nadie lo sabe

Hace exactamente ocho minutos que septiembre terminó. En la calma de la ciudad dormida caen sobre la grava del jardín de mi lugar de trabajo las castañas de indias, abiertas sus cáscaras de púas. Sé que durante estos días los niños del colegio cercano se colarán entre las rejas de la valla para recogerlas, tan ilusionados como ignorantes de su amargor. Al principio, hace años, abría la ventana y les advertía; luego decidí dejar de hacerlo: ¿quién era yo para estropear su exploración, quién era yo para adelantarme al futuro, para adelantarme a la realidad? Mañana cuando salgan del colegio saltarán la verja, incapaces de resistir la tentación de las pulidas castañas, y me limitaré a observarles de reojo y disfrutar de sus gritos de entusiasmo, ¿acaso alguien sabe qué nos traerá octubre?

lunes, 29 de septiembre de 2008

Partita


Partita nº 3 para violín solo, de Johann Sebastian Bach. Nathan Milstein.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Creer

Cuesta creer que fue en este mismo sólido mundo donde se compuso la música que ahora escucho. Cuesta creer que pertenezco a él igual que todos los seres humanos que me precedieron. Pienso en pequeñas iglesias románicas de suelo desgastado por millones de pasos, pienso en flautas construidas con huesos, pienso en restos de batallas, en silenciosas bibliotecas de altos techos artesonados, en senderos de arcilla roja a través de junglas frondosas, en pelucas empolvadas junto a una ventana de Salzburgo, un caballo quieto en un prado, un astronauta, mi padre trabajando en su huerto, la luz de una casa en la noche oscura.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Sean Thornton

Es un hombre inmenso, gordo pero también muy alto, el cabello blanco corto y despeinado hacia adelante como el de un emperador romano. Vestido con un pantalón de pana de color crudo y una camisa de cuadros rojos y amarillos se acerca a mi mesa, me saluda, se sienta y me dice, con un acento definitivamente tan excéntrico como su aspecto, que ha vivido durante más de treinta años en América, a donde emigró en busca de fortuna en mil novecientos setenta. Me dice que viene a solicitar la jubilación, pues se ha informado en internet de que la Seguridad Social española tiene al respecto un convenio bilateral con Estados Unidos. Yo le amplío esa información, le indico en qué consiste el trámite que vamos a iniciar, qué documentos necesitaremos, le confirmo que nosotros nos ocuparemos de enlazar con USA. Él me cuenta que tras divorciarse de su esposa norteamericana regresó a España el año pasado, me cuenta que deseaba volver al pequeño y perdido pueblo de sus padres, a la vieja casa donde nació, que ha reformado. Yo, perplejo, pienso en Sean Thornton. Entonces él dice: "aquí empecé y aquí quiero terminar"

jueves, 18 de septiembre de 2008

Borra pálida

En el horizonte nocturno refulgen los relámpagos, pura fanfarria pues sólo han caído cuatro gotas de polvo durante unos minutos, tan poca cosa que ni siquiera oscureció el pavimento de la calle. Este bochorno me agobia, me transforma en un cónsul desterrado en los confines del imperio. ¿Qué gloria alcanzaré aquí? Ninguna. Los camellos de las caravanas berrean al otro lado de la muralla de adobe que protege la ciudad, inquietos por la tensión de la tormenta que se aleja. La luna es una pálida borra en el espacio estelar.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Paréntesis

Para cenar preparo crema de calabacín y (descongeladas) ventrescas de merluza a la romana con pimientos verdes fritos. En la radio hablan de deporte (algo de la vuelta ciclista a España, algo del comienzo de la liga de fútbol). No la escucho pero me hace compañía (aunque no estoy solo). Cuando regresé del trabajo todavía estaban desmontando algunas atracciones de las ferietas, las más voluminosas (y peligrosas). El frío ha hecho aparición (limpio, ajeno a nuestros sentimientos). Cada otoño (cada día) me parece el primero.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Festiva impunidad

Son las siete y media de la mañana y todavía se escuchan bocinas y música en las ferias. Me pregunto si existirá algún lugar en el mundo donde se permita que las atracciones duren hasta el amanecer. No he podido pegar ojo en toda la noche, y cuando ha sonado el despertador me he puesto en pie como un zombi, absolutamente agotado. Aunque sea fiesta en Binéfar yo debo ir a trabajar a Barbastro. No poder descansar bien es terrible. Asumo que las fiestas y celebraciones eliminen la capacidad de juicio de las personas, de otro modo los feriantes se morirían de hambre, pero me cuesta más aceptar que puedan afectar a los derechos elementales de los ciudadanos con tal impunidad.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Tictac

Los vencejos de mi casa se fueron de improviso, asomándose a la entrada de sus nidos colgantes y dejándose caer. Debió de ser hace varios días, cuando empezaban a escasear los insectos de los que se alimentan. ¿Cómo no me di cuenta de su desaparición en el cielo de las calles, la ausencia de sus vuelos acrobáticos girando y regirando entre los edificios, escandalosos y chillones? ¿Habrán alcanzado ya el estrecho de Gibraltar?

Puedo imaginarlos a estas horas, integrados en una gran bandada, sobrevolando a cientos e incluso miles de metros de altura las luces nocturnas de las ciudades y carreteras; ante ellos, al otro lado del mar, se extiende una oscuridad intacta, no contaminada por la electricidad ni el desarrollo aunque sí por la pobreza y el dolor. Los grandes corazones envían sangre a las alas de guadaña. Cuando atraviesan nubes de plancton aéreo, compuesto de millones de diminutos insectos arrastrados por corrientes cálidas, abren la boca y se alimentan. No se detendrán, volarán valientemente noche y día hasta llegar a su lejano destino, más allá de la invisible línea del ecuador africano.

Ocho o nueve meses después volverán a ponerse en marcha, cruzarán el estrecho, atravesarán casi toda la península ibérica y regresarán a esta calle, justamente a esta y no a otra, para ocupar los nidos donde vivían hasta hace pocos días. Quién seré yo entonces no lo sé. Si estaré vivo, si estaré muerto, si seré mejor o peor que ahora, si habré conseguido volver a adelgazar, si habré descubierto algo, olvidado algo, recuperado algo, no lo sé. Sí sé que estas migraciones, como las olas golpeando en la playa, son el tictac del reloj del mundo.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Días de Normandía

La casa está en una de las cientos de carreteras locales que cruzan la península de Cotentin, en el canal de La Mancha, y soy incapaz de encontrarla, así que aparcamos junto a la iglesia de L'Hommet d'Arthenay, la aldea a cuyo término municipal pertenece, y telefoneamos al señor Humbert Bigot, quien no tarda mucho en venir a buscarnos en su pequeño Peugeot azul. Él nos guía a lo largo de dos o tres kilómetros hasta la que será nuestra residencia durante las próximas dos semanas. Su esposa nos saluda cordialmente y nos enseña las distintas habitaciones, los electrodomésticos, el ajuar, la barbacoa, el jardín trasero, lindante con un campo de manzanos con cuyos frutos elaboran sidra. En el frigorífico han dejado enfriándose dos de sus botellas como amable obsequio de bienvenida.

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He dormido maravillosamente bien. Mientras me dirijo al baño el suelo de madera cruje bajo mi peso. La luz lluviosa de nuestra primera mañana en Normandía se cuela a través de los visillos de las ventanas abuhardilladas del pasillo.

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Aparcamos junto a las dunas cubiertas de hierba y, a través de un sendero de arena, descendemos a la playa. El cielo cubierto convierte el mar en una superficie de aspecto metálico. El aire trae aroma a algas y yodo. En este mismo lugar, hace sesenta y cuatro años, desembarcaron parte de las tropas norteamericanas que liberaron Europa del nazismo. He leído muchos libros sobre ese día, he visto muchas películas. Fue aquí. Caminamos junto a la orilla, cruzándonos con otros grupos de turistas, algunos de ellos alemanes, vestidos, como nosotros, con chubasqueros para la llovizna que cae intermitentemente. Nos dirigimos al museo Memorial UTAH que se construyó en una zona de búnkers, allí se exponen numerosos restos de la batalla: armas, vehículos, uniformes, utensilios que llevaban los combatientes, pertrechos de todo tipo. Como todo el mundo, antes de entrar nos hacemos una fotografía delante de un tanque Sherman en bastante buen estado de conservación. Dentro del museo asistimos a la proyección de imágenes del desembarco. Antes de irme del edificio escribo lo siguiente en un libro de firmas: “Memoria y gloria eterna para los jóvenes norteamericanos que dejaron aquí su vida en defensa de la libertad. Jesús Miramón. España”.

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Saint Lô es una ciudad más grande de lo que yo pensaba. El domingo por la tarde está prácticamente desierta. Caminamos por sus calles llenas de comercios y cafeterías cerrados. Hay una muralla, una iglesia reconstruida (la ciudad fue absolutamente destruida durante la batalla de Normandía), un amplio y tranquilo canal surgido de un cuadro de Monet.

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Normandía huele a pasto fresco, a madera barnizada, a naftalina, a manzanas verdes, a asfalto mojado, a animales de granja, a hierro antiguo, a flores húmedas, a sidra casera, a leche, a bizcochos de mantequilla, a pan recién hecho, a queso, a marisco, a algas en proceso de descomposición, a yodo marino, a densa espesura, a prados silvestres, a paredes de piedra cubiertas de liquen, a sombra, a humo de rastrojos, a nubes perpetuas, a lluvia por la mañana, a sol por la tarde, a noches de verano de sábanas y manta, a Innisfree.

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El día amanece luminoso y soleado. Es increíble cómo la luz puede modificar la sensación que produce una región. Mañana de compras para unos días en la que buscamos productos del país: patés, quesos, carnes, vinos, etcétera. Los precios son más baratos que en España.

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Llegamos a la playa de Gouville, al oeste de la península, cuando ya se retiran los tractores que han estado recolectando moluscos en la zona de marea baja. Los trabajadores viajan de pie en los remolques junto a sacos que emiten un intenso aroma a mar. Paseamos por la orilla adentrándonos en tierra a la sorprendente velocidad a la que sube la marea, tan potente que absorbe el movimiento de las olas convirtiendo el mar en un creciente lago de aspecto mineral. Exceptuando dos pescadores que han instalado sus largas cañas en puntos muy alejados del agua, conocedores de lo que aquí sucede a estas horas, no hay nadie más en la playa. El cielo es gris, mesozoico.

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Aparcamos el coche y nos adentramos entre los árboles del bosque de Cerisy. Sólo se escucha el crujido de las ramas del suelo bajo nuestras suelas. Entre la hierba crecen los helechos y el acebo, y el suelo está levantado aquí y allá por los hocicos de los jabalíes. De pronto el sol ha quedado lejos y hace un poco de frío.

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Después de comer decidimos quedarnos en casa el resto del día. Los adultos dormimos la siesta sin prisa. Por la tarde disfrutamos del jardín, del clima fresco. Cenamos una pizza, queso, paté, embutido. Ah, qué agradable es también no tener planes.

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La arena está cubierta de conchas y restos de algas. En la zona de aguas someras un caballo trotón arrastra un pequeño carruaje de carreras conducido por su entrenador. Una pareja juega con sus dos perros junto a la orilla.

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Me encanta conducir a través de estas carreteras locales de color rosa envueltos por el bocage, el nombre que se les da a los altos y característicos muros de vegetación interrumpidos de vez en cuando por cercas de entrada a prados donde pastan vacas y caballos.

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En uno de los tejados de la iglesia de Ste. Mère Eglise cuelga la figura de un paracaidista de la 82 división aerotransportada, unidad que fue lanzada en la madrugada anterior al día del desembarco. El paracaídas y el maniquí es un homenaje del pueblo a aquellos hombres, así como el recordatorio de una escena real que la película “El día más largo” hizo famosa: uno de los paracaidistas aterrizó directamente sobre el campanario de la iglesia y quedó allí colgado y expuesto a las defensas alemanas. Milagrosamente sobrevivió y en uno de los carteles explicativos que salpican la población leemos que regresó a Ste. Mère Eglise en varias ocasiones. En las fotografías aparece un jubilado de rostro rubicundo. Falleció en 1976.

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Nos sentamos en la terraza de una pequeña crepérie en la plaza de la iglesia de Ste. Marie du Mont, una de las cuidadas y preciosas aldeas que salpican cada pocos kilómetros este territorio. Pedimos gallettes, crepes saladas hechas con trigo sarraceno. La mía tiene huevo, jamón, champiñones en salsa y ensalada. Bebemos sidra y agua. Todo está buenísimo. Cae la tarde. La cuenta asciende a 39 euros. ¿Quién dijo que Francia era un país caro?

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Cherburgo, cuando uno accede desde las zonas rurales del interior, parece una gran ciudad en comparación a las abundantes aldeas y pedanías que por doquier salpican el paisaje normando. La zona del puerto es también la más turística. Desde allí salen y llegan diariamente ferrys que comunican Francia con las relativamente cercanas Irlanda e Inglaterra y el turismo anglosajón campa a sus anchas. Nos topamos con un mercado callejero donde venden verduras, quesos, patés, comida del país. Compramos queso y judías verdes. Luego paseamos a lo largo de los muelles donde se tambalean los mástiles de los barcos allí amarrados. En uno de los malecones se mece la reproducción histórica de un drakar vikingo. El sol brilla con fuerza en el cielo pero no alcanza a hacer calor. Adoro este clima.

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Mi hermana y su familia han venido a pasar unos días con nosotros. Después de su llamada telefónica comunicándonos que ya estaban en Saint Lô he salido a esperarles a la carretera: qué alegría he sentido cuando he visto aparecer su coche, y qué preciosas estaban mis sobrinas. Besos, emoción y abrazos: qué curioso resulta que nos reunamos a tantos kilómetros de casa. A pesar de su cansancio después de un viaje tan largo hemos cenado tranquilamente (láminas de magret de pato asado con rúcula y vinagreta de mostaza, quesos, foie, patés, vinos de Burdeos y Borgoña) y los adultos nos hemos ido a la cama cerca de las dos de la mañana.

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Las niñas y sus primos se apresuran hacia la arena de la playa Omaha para jugar, más allá del feo monumento conmemorativo del desembarco más duro y sangriento de aquel día. Me sucede lo mismo que en la playa UTAH: no puedo evitar conmoverme al pensar en todas las vidas que fueron segadas aquí hace sesenta y cuatro años. Donde se apostaban los nidos de ametralladoras y los cañones hoy se levantan bonitas casas de vacaciones con vistas al mar; en la orilla donde miles de jóvenes fueron abatidos las gaviotas se trasladan de aquí para allá con aire impertinente. Recuerdo un texto maravilloso que expresa algo de lo que siento.

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La excursión a Mont Saint Michael ha sido decepcionante, no por culpa del lugar, ciertamente espectacular y muy bonito, sino por la masificación turística a la que nosotros ocho hemos contribuido. Era tal la muchedumbre que pretendía entrar en la abadía que en un momento dado, cuando estábamos encajonados en la estrecha y única calle de acceso sin poder ir hacia adelante ni hacia atrás, mis sobrinas en los hombros, la sillita plegada contra las piernas para molestar lo menos posible, hemos decidido escapar de allí, lo cual tampoco resultaba fácil. Y cuando hemos llegado al aparcamiento ha sido para participar en un monumental atasco de una hora de duración sólo para salir a la carretera. Conclusión: jamás hay que ir a Mont Saint Michael en agosto.

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La ciudad de Bayeux es limpia y ordenada. En el centro histórico, uno de los pocos del territorio que salió indemne de los bombardeos y enfrentamientos de la liberación, se conservan bonitos edificios de la Edad Media. En las calles que rodean la preciosa catedral de Notre Dame hay muchos restaurantes y terrazas y el aire huele a pan, a queso fundido, a mostaza. Acudimos al museo en el que se expone el tapiz de Bayeux, el famoso lienzo de setenta metros de longitud donde, a través de imágenes cargadas de potencia y de gracia, se nos narra la historia de Guillermo el Conquistador, noble normando que se coronó rey de Inglaterra. Uno de los aspectos más interesantes del tapiz, muy evidente cuando uno se halla ante él, es la información viva y casual que ofrece: ornamentos, armaduras, costumbres, vituallas, barcos, batallas, gestos de hombres y animales. Todos salimos casi tan maravillados de nuestro pequeño viaje temporal al siglo XI como de lo bien que se han portado Celia y Olivia.

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De madrugada se han ido nuestros queridos visitantes. Maite y yo nos hemos levantado para despedirles. La noche estaba oscura. Les esperaba un largo viaje hasta Santander.

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Va a llover, puedo sentirlo en cada rizoma y raíz bajo la hierba, puedo sentirlo sobre mí como siento vuestros pasos en el césped cuidadosamente segado. Os detenéis frente a mi cruz blanca, leéis: "Here rest in honored glory / a comrade in arms / know but the god", a veces hacéis una fotografía, y luego proseguís vuestro camino. No os lo reprocho, hay muchísimas cruces a mi alrededor, casi diez mil camaradas me acompañan. Al principio me dolió ser uno de los pocos que no tenían nombre, aquel obús alemán me deshizo de tal modo que no pudieron identificarme. Ahora ya no me importa: mis padres hace mucho que murieron con la diminuta y permanente esperanza de que yo estuviese vivo, amnésico en Francia, asistido por desconocidos, ingresado en alguna parte, y mis amigos de Brooklyn me olvidaron al cabo de pocos años, ¿qué otra cosa podían hacer con un colega desaparecido en combate a los diecinueve años? Poco a poco, año tras año, fui acostumbrándome a este estado anónimo, vegetal, mineral. Va a llover. Puedo sentirlo en el granito de mi lápida labrada, puedo sentirlo en la corteza de los pinos que crecen tumbados por el viento del mar. Dios conoce mi nombre.

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En los prados que rodean el castillo de Guillermo el Conquistador, en Caen, grupos de jóvenes hacen botellón. El sol brilla tímidamente sobre los tejados de pizarra de la ciudad. Visitamos la catedral de Saint Pierre y damos un paseo por las animadas calles circundantes. Hay muchos comercios, bares y cafeterías. Pasado mañana nos vamos de este país. Sé que es una tontería pero eso me condiciona para disfrutar del día de hoy. Soy estúpido.

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Aparcamos frente a la extensa playa de Coutainville. La marea está baja y la arena brilla bajo las nubes. Caminamos a lo largo del paseo marítimo junto a casas con contraventanas de madera y tejados a dos aguas. Nadie se baña en el mar. Una pareja de jinetes avanza al paso en la zona donde rompen las olas.

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Desayunamos muy temprano y recogemos todo. Arreglamos y limpiamos las habitaciones, vaciamos el lavavajillas, ordenamos las cosas, dejamos todo exactamente como estaba cuando llegamos. En la mesa de la cocina, a modo de obsequio de despedida, coloco a la vista dos botellas de rioja bueno que encargué a mi hermana. A las nueve de la mañana, tal y como quedamos, aparece el matrimonio Bigot. Les damos las gracias, les expresamos lo maravillosamente bien que hemos estado en la casa y les devolvemos las llaves. Au revoir. Adieu.

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Que nunca olvide el sonido
de las ramas del árbol
al otro lado de la carretera,
mecidas por el viento nocturno
de Normandía.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Septiembre

Si tuviese que elegir un mes
escogería septiembre,
lo mismo que si tuviese
que elegir un día
escogería el lunes,
un momento despertar,
un minuto el primero
de cada hora.

Pero si tuviese que elegir
un beso, la lluvia,
la página de un libro,
una hoja de árbol,
sería sin duda la última,
la que cae impasible,
la que pesa lo mismo
que nosotros.

domingo, 31 de agosto de 2008

Exposición

Ayer por la mañana mi familia fue a visitar la Expo. Yo, por prescripción de ellos, que son quienes mejor me conocen, me quedé felizmente en casa. A las diez y cuarto de la noche fui a buscarles a la salida. Ni siquiera la brisa nocturna lograba mitigar la sensación de calor. ¿Qué tal ha ido?, les pregunté. Bien, dijeron, aunque tú no lo hubieras soportado. ¿En serio no lo hubiera soportado? No, papá, hacía demasiado calor, había demasiada gente, había que hacer colas enormes para ver los mejores sitios: vaya, todo lo que más odias en el mundo. Ah, pues entonces he hecho bien en no acompañaros, ¿no os parece? Oh, sí, desde luego que sí, tú te hubieras vuelto loco. ¿Me hubiera vuelto loco? Sí, papá, loco como una cabra.

viernes, 29 de agosto de 2008

Presagios

El otro día, antes de llegar a Nantes, de la parte trasera del coche al que estaba a punto de adelantar se desprendió una bicicleta mal amarrada. Todo sucedió en un instante: el artefacto salió volando y cayó sobre el asfalto justo cuando yo giraba hacia la izquierda, eludiéndolo sin querer.

Hoy, viniendo a Zaragoza, me he cruzado con un perro que trotaba en el carril izquierdo de la autovía de Huesca en dirección contraria al tráfico. Era un animal relativamente grande, un Shar Pei de arrugada y hermosa capa negra. Durante unas milésimas de segundo he contemplado con asombro su figura serena trotando hacia su futuro atropello en mi pasado.

La bicicleta que sale despedida, el perro que se cruza conmigo en la carretera sin tocarme... ¿Me persigue una sombra? ¿Son avisos? ¿Significan algo cuando mi voluntad y mi inteligencia son ajenas a su existencia? Vuelo de aves, hígados del sacrificio, piedras sobre la arena, posos de café, líneas en la palma de las manos.

jueves, 21 de agosto de 2008

Fragilidad

A menudo creemos que poseemos algo: conocimientos, una edad, una familia, bienes materiales, esperanzas, un futuro, algo. Con qué estremecedora y sabia inocencia somos capaces de olvidar nuestra fragilidad.

viernes, 1 de agosto de 2008

Preparativos

La entrada de casa está llena de maletas, bolsas y mochilas. ¿Has puesto los cargadores de los móviles y el Macbook? ¡Paula, piensa que el maletero tiene un volumen limitado! Por la mañana he comprobado las presiones de los neumáticos y los niveles del motor del coche. He preparado las provisiones que tenemos que llevar para la noche del sábado y el domingo entero, lo justo hasta poder comprar el lunes. ¡Ah, y acuérdate también del cargador de las pilas de la cámara de fotos! Los libros que quiero leer. ¿Dónde está la guía de Normandía que compramos en Zaragoza? He programado la ruta en el TomTom. Ahora mismo reposa un arroz negro que acabo de guisar, nunca comemos tan pronto pero la idea consiste en acostarnos pronto para salir a las cuatro de la madrugada, así que hoy todo lo estamos haciendo un par de horas antes. Lo cierto es que estamos un poco alterados, aunque tal vez debería hablar más bien de entusiasmo. Yo, como siempre en estos casos, querría estar ya en la carretera devorando kilómetros, rumbo a lejanos lugares que no conozco.