viernes, 27 de mayo de 2016

Abejarucos

Todos esos campos de cebada y trigo inundados de amapolas son un fracaso del agricultor. Uno de ellos me lo confirmó el otro día: las amapolas son un fracaso. El rendimiento económico no entiende de belleza ni de lujos semejantes.

Los apicultores odian a los abejarucos que masacran las colmenas para alimentar a sus polluelos. Poco importa que sean una de las aves más hermosas de las que regresan desde África cada año: se alimentan de abejas.

Yo compro mi comida en el supermercado. Lo hago con indiferencia, yendo de una sección a otra empujando mi carrito sin belleza alguna.

domingo, 15 de mayo de 2016

Cretácico superior

Han regresado los abejarucos con sus vibrantes colores propios de aves tropicales. Los apicultores que atiendo desde hace años en el trabajo los ven como enemigos, y soy capaz de entenderlo, pero esta mañana, caminando junto al canal con mi mujer, no podía dejar de admirar su vuelo fugaz de alas pequeñas e iridescentes. En algunas encinas escuchábamos el canto creativo de los mirlos. Todavía no han llegado los vencejos. Una cigüeña grande y majestuosa nos sobrevoló durante un momento como si planease en el cielo del cretácico superior. Delicados brochazos de amapola en los campos de cebada. El sonido de nuestros pasos sobre el suelo.

jueves, 21 de abril de 2016

Palacios

A esta hora la luz del sol que comienza a desaparecer detrás de mi casa se refleja en la fachada del edificio al otro lado de la calle. Es un edificio común, más viejo que el mío, feo de solemnidad, y sin embargo cómo refulge su anodina fachada iluminada por la última luz del día.

Sí, lo sé: lo he escrito antes, no es nada nuevo (tras mucho tiempo circunvalando la isla he regresado a la playa donde todo lo que escribo lo escribí antes), pero ese feo edificio en el que viven seres humanos tan feos y comunes como yo, durante unos minutos se convierte, cada tarde, en un luminoso palacio lleno de milagros.

miércoles, 6 de abril de 2016

Este extraño mundo

No soy exactamente lo que fui. Soy, en cierto sentido, mejor: más descreído, más ajeno a las veleidades que me consumían ferozmente cuando era joven; soy cada vez más invisible y, al mismo tiempo y de un modo que no sabría expresar, más valiente ante lo que se aproxima. Cada mañana que abro los ojos soy más consciente que nunca del privilegio que supone despertar en este extraño mundo que a menudo no comprendo pero siento la necesidad de explorar. No soy exactamente el que seré. Cabalgo a lomos de la ignorancia.

jueves, 17 de marzo de 2016

Río

Muchas de mis ambiciones se cumplieron. Se cumplirán mañana. Ambiciones pequeñas, diminutas, casi inexistentes. Gano y pierdo batallas cada día. Batallas sin prisioneros y batallas piadosas en una sucesión sin orden ni concierto, al albur de la corriente del río que me arrastra. Todo ha ocurrido y todo ha de suceder.

lunes, 14 de marzo de 2016

Robinson

Esta sensación tan adolescente de sentirme un náufrago, más allá de la recíproca satisfacción de mis relaciones personales: amigas queridas, algunos pocos queridos amigos; queridos hermanos, padres queridos; mi querida mujer, mis queridos hijos.

No me falta amor que recibir ni ofrecer. De hecho me siento más inexplicablemente amado de lo que nunca podría quererme yo a mí mismo.

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Vuelvo a despertar en la playa.  Las olas acarician y abandonan mis pies desnudos. El sol brilla con fuerza sobre los cocoteros. Me levantaré y sé lo que sucederá. Lo leí.

lunes, 7 de marzo de 2016

Geología

Leo que ha muerto Harnoncourt, uno de mis directores de orquesta favoritos entre todos. Poco a poco se desvanecen: sentí la mista tristeza cuando cruzó el río Claudio Abbado.

Cada uno de nosotros vivimos y respiramos en alguno de los estratos geológicos de la historia del mundo. Este abrir y cerrar de ojos. Aquella línea de arcilla fosilizada en las montañas del futuro.

Leo que ha muerto Nikolaus Harnoncourt y siento que algo dentro de mí ha vuelto a nacer, a comprender.



Johann Sebastian Bach: Kantata BWV 147 - Nikolaus Harnoncourt.

jueves, 3 de marzo de 2016

Naves

Con el debate político español sonando y resonando en mis oídos salgo a fumar a la terraza de nuestro piso en Zaragoza. No siento frío, aunque he de precisar que mi percepción del frío es similar a la de un oso polar.

El viento agita la copa de las palmeras y pinos de los jardines residenciales donde duermen las ruidosas cotorras argentinas que desde hace años colonizan la ciudad.

Desde mi atalaya observo a los vecinos que han sacado a pasear a sus perros. Sobre los edificios las nubes navegan impulsadas por el cierzo. La luz de la gran ciudad se refleja en ellas transformándolas en el vientre de inmensas naves extraterrestres.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Ratoncita

Hace pocas horas tu avión aterrizó en tierra de vikingos. Una de sus universidades te ha dado la oportunidad de seguir convirtiéndote en la científica que siempre quisiste ser. De acuerdo, es una desgracia que nuestro país sufra esta sangría que parece no tener fin, pero yo, como padre, me alegro de que el mundo entero se abra ante ti, mi pequeña ratoncita.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Antártida

Mis vecinos se mudaron. Me encontré con él en el garaje mientras cargaba cajas en su coche, me dijo que el apartamento era demasiado pequeño y habían buscado un piso más grande. Ya no escucho los llantos del bebé ni la voz alegre de su hermana mayor; tampoco las canciones de la madre.

Vivo en un bloque donde todos sus habitáculos son de alquiler y las personas vienen y van, un edificio especial en ese sentido. El otro día me crucé con el nuevo inquilino, un joven de gesto adusto y, por la experiencia de estos pocos días, absolutamente silencioso.

Esta mañana ha helado en serio por primera vez en lo que llevamos de invierno. Como he vuelto a fumar quité la calefacción antes de irme a dormir y dejé el salón abierto al exterior para ventilar la casa durante la noche. Cuando sonó el despertador fue como despertar en la Antártida, y no me disgustó. Para personas como yo, con cierto sobrepeso, depresivas y ansiosas, el frío es lo mejor: nos resucita.

Amanecía sobre los coches cubiertos de hielo cuando me asomé a la calle en calzoncillos. Todo mi cuerpo se estremeció diciéndole a mi cerebro: "Mira: también existo yo".