martes, 2 de enero de 2018

Pureza

Vuelvo al trabajo después de una semana de vacaciones. A las ocho de la mañana hay unos sorprendentes siete u ocho grados de temperatura. El río Vero se precipita hacia el mar con un caudal más bien escaso. Sorteo dos o tres cagadas de perro en la acera. El cielo, como siempre, es lo más puro del paisaje urbano, aparentemente ajeno a quienes vamos de aquí para allá como las hormigas de un hormiguero.

Hoy he jubilado a cuatro personas. También tramité una pensión de viudedad. Tarjetas sanitarias europeas. Información sobre el futuro. Consuelo sobre situaciones sin salidas administrativas posibles.

En alguna parte leí no hace mucho tiempo lo siguiente: "Lo mejor que puedes regalarle a alguien es tu atención". Puedo asegurar, después de muchos años de profesión, que es una verdad absoluta. Otra verdad es lo que puedes aprender de todas esas personas anónimas que se sientan frente a ti y, más a menudo de lo que creeríais, acaban contándote anécdotas de su vida sorprendentemente íntimas. Saben que mi profesionalidad les protege.

El día termina y el nuevo año comienza a caminar. Los rechonchos gorriones comen nuestras migas en las calles de Barbastro con la alegría propia de los seres puros, puros como el cielo.

6 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...


Es muy dificil de explicar
a la gente que se esconde
tras las telarañas del cuarto de detrás,
que la atención al público es una droga en vena
de la que algunos gozamos.
Apasionante, peligrosa, cada vez distinta
y a la vez la misma.
Muchas veces es un espejo
en el que te miras con verguenza
a tí mismo;
otras veces
la gatera que te conduce
al territorio inhospito
de las vidas de los demás.

Feliz Año!!

Jesús Miramón dijo...

Un territorio inhóspito. Tú sabes.

Feliz año.

pseudosocióloga dijo...

Saber escuchar es un don.
Y no necesita reconocimiento.

Jesús Miramón dijo...

Es cierto: como las mejores cosas no necesita reconocimiento. No lo necesita. Sólo sucede y nada más.

andandos dijo...

Tienes suerte, mis alumnos son siempre los mismos. Aunque he tenido alumnos desde sus ocho hasta los veintipico años,eso también.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Tus alumnos son el río de Heráclito, José Luis. Y sabes que nadie puede bañarse dos veces en el mismo.

Un abrazo.