lunes, 2 de octubre de 2017

Dolça Catalunya

1.

Ayer fue un día terrible y angustioso para mí. A medida que iba viendo las imágenes de las cargas de la policía y la Guardia Vicil en Cataluña arrastrando por el suelo a personas que podrían ser mis padres, empujando escaleras abajo a chicas que podrían ser mi hija, aporreando a diestro y siniestro ciegamente, arrastrando del pelo a una joven, arrastrando de la oreja a un hombre mayor que yo... A medida que todo eso sucedía la decepción y tristeza previas por todo lo que había llevado a esa situación se convertía en rabia humana, universal, una reacción instintiva ante tanta agresividad sin medida. Confieso que viendo algunas imágenes lloré de indignación.

Soy empleado público, un funcionario como ellos, y me pregunté qué pensarían todos esos policías al regresar a los barcos y hoteles y quitarse las armaduras, guardar las porras y fusiles de pelotas de goma. Qué pensarían de lo que habían hecho cumpliendo órdenes, sí, pero con semejante fervor. ¿Arrastrarían a sus hijas del pelo para lanzarlas a la calle como un saco de patatas mientras ellas levantaban las manos en señal de no violencia? ¿Qué cortocuito cerebral o sustancia consumida antes de trabajar puede llevar a que ayer actuaran como lo hicieron? Es que no puedo comprenderlo.

2.

Hoy ha sido un día triste, deprimido, desolado. Y si lo ha sido para mí, que soy español y vivo en Barbastro, imagino el estrés postraumático que los vergonzosos sucesos de ayer habrán causado en las personas que fueron víctimas de la violencia física. Porque nadie estamos acostumbrados a ella. A mí, a mis cincuenta y cuatros años, nunca me ha pegado nadie. Puedo ponerme en la piel de las víctimas de ayer y sé que les ocasionará secuelas psicológicas que durarán mucho tiempo, sobre todo a la gente más mayor, a los ancianos, a los menores de edad y también a los jóvenes empujados escaleras abajo sin contemplaciones (qué milagro que nadie haya muerto viendo las escalofriantes imágenes grabadas por los móviles de quienes estaban allí).

3.

Dicho esto, sentido en el corazón todo esto, mi cerebro no deja por ello de funcionar, y creo que el resultado de esta movilización-referéndum sin garantía alguna de imparcialidad, donde el resultado ha sido un noventa por ciento de síes a la independencia, resultado propio más de Corea del Norte que de países realmente democráticos, no legitima ninguna declaración unilateral de independencia. No ha votado ni la mitad de la población de Cataluña, y quien lo ha hecho, aún sabiendo que se trataba de un acto suspendido por el Tribunal Constitucional y, como hemos visto, jugándose literalmente el tipo, tenía el voto decidido. La otra mitad o más de la mitad de Cataluña se ha quedado en casa, una mitad que votaría en un referéndum con garantías democráticas y, sobre todo, que les incluyera en la convocatoria (y sí, yo también he visto el vídeo de ese chico de Lleida yendo a votar envuelto en una bandera de España con el toro de Osborne, pero representaba a la casi ridícula minoría que los resultados reflejan).

4.

En Cataluña, más tarde o más temprano, se tendrá que votar. Si yo fuese Puigdemot adelantaría las elecciones autonómicas mañana mismo. Ayer el espectro independentista creció exponencialmente respecto a los porrazos y hostias que dieron la policía y la Guardia Civil. Proclamar ahora la independencia unilateral cumpliendo una ley de pacotilla, que se saltó las propias normas del Parlament, es un error de cálculo que todavía me cuesta creer que pueda cometer. Pero hemos entrado en una dinámica en la que ya la reflexión y la razón han perdido el respeto que tuvieron antaño antes de tomar una decisión tan importante como la de una ruptura con un país que ayudaste a crear y con el que has convivido en los últimos siglos. Insisto: más tarde o más temprano los catalanes tendrán que poder votar sin violencia; todos, los que ayer salieron a la calle y los que se quedaron en casa mirando a través de los visillos, asustados por la policía y también, algo de lo que se ha hablado poco, asustados por el entusiasmo pastoril de los que no piensan como ellos.

5.

A mí al final, me ponga como ponga, me importan las personas que quiero. Algunas de ellas son catalanas y las quiero mucho, muchísimo. Mi cabeza se vuelve loca entre la tentación de darles la razón en todo y agarrarlas de los hombros para zarandearlas intentando que comprendan mis razones: ¡Tenéis que negociar un referéndum de verdad!

Ayer temí que esas personas resultaran heridas por la intervención de la policía, algo que afortunadamente no sucedió. Pero quedan las imágenes de las que sí fueron violentadas, y pasará mucho tiempo hasta que poco a poco se difuminen de mi memoria.

8 comentarios:

Epolenep dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Jesús. Triste, confuso, peligroso y en falso. Y cada porrazo un Sí, impotente y un poco ovino, incluso de los que tenemos urgencias muy distintas que la independencia. Ver llorar a mi madre, que llora todavía.

Beauséant dijo...

Los españoles tienen una larga historia de partirse la cara en nombre de unos políticos que no darían un mierda por ellos... Al final sólo queda la vergüenza.

Elvira dijo...

Yo también he llorado, Jesús. Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Continúo en estado de shock. Asustado por lo que cada hora va pasando y boquiabierto por la falta de inteligencia de todas las partes. El discurso del rey ha sido terrible, sin contemplaciones, sin la más leve compasión o respeto hacia lo que sucedió el domingo: sólo el relato oficial, sin matices, escrito para los fanáticos de un lado. Así se iniciaban las guerras hace años. Guerras de verdad.

Silvia, Beausénat, Elvira: besos y abrazos muy muy preocupados. Besos, besos, abrazos. Una ola nocturna y oscura se precipita hacia nosotros. No nos dejemos arrastrar, resistamos clavando los talones en la arena húmeda.

Isabel dijo...

Hola Jesús, vengo a decirte que me pasó igual que a ti, a vosotros. Yo he vivido en Barcelona, mis hijos nacieron allí. Tuvimos que volver a nuestra tierra, al sur, y digo tuvimos porque volver a ella fue volver al pasado, al atraso mental y económico. Los quiero, mis mejores amigos los tengo allí y los comprendo. Cuando un gobierno se cree que, como dijo Carrillo, "España es el patio de su recreo" pasa esto y miedo me da también de lo que pueda acarrear.
Los gobiernos en general no pueden gobernar de espalda al pueblo y utilizarlo como hacen cuando les conviene.
Saludos.

Jesús Miramón dijo...

Bona nit, Isabel, ambos somos ex-catalanes, un subgrupo del conjunto de los españoles como habrá tantos: ex-gallegos, ex-aragoneses, ex-andaluces. Tenemos un vínculo profundo y sentimental con aquel país en el que fuimos jóvenes. Somos de los que en las reuniones sociales o defendemos a Cataluña o nos levantamos de la mesa indignados para no discutir más contra un muro de incomprensión y desconocimiento. Somos muchos y, a la vez, más probablemente, somos pocos. A menudo nos hemos sentido rodeados al opinar sobre determinadas cuestiones. Podremos estar más o menos de acuerdo con lo que allí está sucediendo, pero Cataluña formó y formará parte de nuestra experiencia vital para siempre. Te reconozco sin conocerte. Por aquí estaremos.

Un beso.

Portarosa dijo...

He estado preocupado, muy preocupado, e incluso he tenido bastante miedo, toda esta temporada. No veía razón por ninguna parte.

Al margen del fondo de la cuestión -que ahora no voy a discutir-, me parece todo la constatación del ínfimo nivel de nuestros supuestos líderes. Unos y otros, unos irresponsables y unos obtusos.

Al fin, al menos uno de los conductores frenó, cuando yo ya me esperaba el choque. Y respiré aliviado, porque había llegado un punto en que cualquier cosa me parecía mejor que una situación de enfrentamiento abierto y de violencia; y no me parecía un escenario descabellado. Así que sí, me sentí aliviado.

Aunque no espero mucho de lo que vayan a hacer ahora, por supuesto. Estamos en manos de desaprensivos o de tontos, o de ambas cosas. Y supongo que lo estamos porque no asumimos nuestra responsabilidad.

Un abrazo, Jesús.

Jesús Miramón dijo...

Ay, Porto, la situación en Cataluña y ahora los incendios en Galicia, qué terrible, qué horror, ver a todas esas personas que lo han perdido todo, esos muertos, ese paisaje maravilloso perdido durante generaciones, y al mismo tiempo la solidaridad de miles de personas armadas con simples cubos de agua... No sé, no quiero entrar en responsabilidades políticas (que las habrá, seguro): los responsables son los criminales que los han provocado.

Te envío un abrazo enorme, y en ti a todas las gallegas y gallegos, y asturianos, y portugueses. A todas las víctimas de esta tragedia.

Que sepáis que toda España sufrimos con vosotros. Y esa es la idea de España que me gusta: la de la fraternidad.

Otro abrazo.