viernes, 26 de octubre de 2012

Una soledad semejante

No logro quitarme de la cabeza la noticia que leí el otro día y daba cuenta del hallazgo del esqueleto de un anciano que llevaba quince años muerto dentro de su casa. Quince años.

Quince años es la edad que tiene mi hijo, su vida entera, y durante todo ese tiempo, día a día, semana a semana, mientras comenzaba a caminar, mientras aprendía a hablar, durante sus primeros años de guardería y colegio, durante sus primeros cursos en el instituto, otoño tras otoño, navidad tras navidad, ese hombre yacía muerto en su cama sin que nadie le echase de menos. Cuesta creer que pueda existir una soledad semejante, sin familiares, sin amigos, sin conocidos, sin vecinos.

Ahora mismo llueve sobre mi casa,  llueve sobre el pueblo,  llueve sobre las carreteras y los caminos,  llueve sobre la sierra de San Quílez y también sobre los campos de maíz y girasol, llueve a través de la noche repiqueteando en las calles iluminadas y en la inmensa oscuridad del campo circundante, llueve y llueve con la precisión del mecanismo de un reloj o un corazón ajeno a los sentimientos humanos, la compasión, la soledad.

9 comentarios:

molinos dijo...

Lo peor no son los 15 años que llevaba muerto sin que nadie le echara de menos..lo peor es que cuando murió ya no existía para nadie..y si no existes para nadie..¿quien eres?

tremendo...

..menos mal que llueve.

Jesús Miramón dijo...

Tienes razón, si nadie le echó de menos en quince años imagínate cuando vivía. Me centré en esos quince años porque es mucho tiempo, el suficiente para que mi hijo recién nacido se convirtiera en el joven, casi un hombre, que cada mañana se cruza conmigo en el pasillo. En cualquier caso resulta increíble que absolutamente nadie, ni siquiera un vecino o los servicios sociales, se interesara por su ausencia.

Buen y lluvioso viernes.

Portarosa dijo...

Qué buen post. Lástima de tema.

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Un abrazo, Porto.

Ángela dijo...

Me pregunto quién existía para él durante su vida. Probablemente nadie, probablemente él tampoco tuvo nunca un sentimiento de compasión por nadie, probablemente sus vecinos no eran nada para él. ¿A quién tendió él su mano, a quién quiso él acompañar, qué otras soledades trató él de mitigar?
¿Adónde me llevarán los actos míos de hoy? ¿Qué futuro me estaré labrando?

Jesús Miramón dijo...

Sí, yo también pensé en la posibilidad de que semejante soledad no fuese casual, pero después caí en la cuenta de que hasta los peores criminales, los más abyectos delincuentes, suelen ser visitados por su familia.

En realidad la soledad absoluta es algo muy difícil de obtener. Me gustaría saber algo más acerca de esta persona.

Elvira dijo...

Muchas veces la gente no supera una época de dolor grande, se les enquista dentro, y se vuelven huraños y solitarios. No sabemos si ese fue el caso. De cualquier manera, tristísimo.

Un beso

Jesús Miramón dijo...

Sigo pensando que una soledad semejante es algo excepcional, ¡quince años muerto sin que absolutamente nadie le echase de menos! Por muy huraño que uno sea ¿no habrá siquiera una sola persona en el mundo que sepa que existes y se preocupe por tu repentina desaparición?

Un beso, Elvira, y bona nit.

Jesús Miramón dijo...

Leo hoy, dos meses después, que se llamaba Alberto Rodriguez y era de Santander y millonario. Ni siquiera han aparecido familiares que puedan heredar su fortuna, ¿puede existir más soledad?