domingo, 21 de febrero de 2010

Domingo

Fue un domingo por la tarde cuando la humanidad recibió una señal clara de la existencia de vida inteligente en el universo, y la recibió de un modo que nunca había sido imaginado.

Fue un domingo por la tarde cuando enseñaste a tus hijos a lanzar piedras planas contra la superficie del agua en una poza del río. ¡Mirad cómo rebotan una, dos, tres veces, tres!

Fue un domingo por la tarde cuando el vigía avistó tierra. Con las fuerzas que nos quedaban nos abalanzamos hacia el puente de proa y lanzamos gritos de alegría. Fuimos enmudeciendo a medida que nos acercábamos a la isla y crecía el sonido de los tambores.

Fue un domingo por la tarde cuando el francotirador me alcanzó en la cabeza. Yo le estaba diciendo a mi compañero de patrulla que lo que más valoraba en una tía, aparte de que estuviese buenísima, era que supiese respetar mi intimidad, ¿vale? Porque todos necesitamos un espacio propio, no sé si me entiendes. Bang.

5 comentarios:

Elvira dijo...

Y yo que creía que los domingos por la tarde no pasaba nada...

Un beso de lunes

Portarosa dijo...

Qué guay, Jesús. Me gusta sobre todo el último; será porque no te prodigas con la ficción (aquí, al menos).

Efectivamente, un domingo por la tarde puede pasar cualquier cosa. Incluso algo extraordinario. Y a veces nos portamos como si no fuera posible.

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Es que los domingos por la tarde nunca pasa nada, Elvira, ¡por eso todo lo que he escrito es pura ficción! ;-D

No, ahora en serio: suelen ser terribles y la culpa, lo sé, es enteramente mía. Y eso que a mí me encantan los lunes.

Un beso.

Jesús Miramón dijo...

No, Porto, la verdad es que no me prodigo con la ficción. Se me acaba enseguida, sólo se me ocurren imágenes dispersas, nada más. Qué raro, ¿verdad? Un abrazo.

NáN dijo...

Así son los micros, Jesús, se lo juegan todo a la frase final. Y esta es muy buena.