viernes, 9 de octubre de 2009

Cuarentena

Cuando caí enfermo de gripe, algo relativamente previsible teniendo en cuenta mi trabajo, decidí ponerme en cuarentena y mudarme al dormitorio de invitados de la buhardilla. Allí he pasado los tres últimos días, calenturiento y pasivo espectador del funcionamiento autónomo de mi organismo. Siempre me ha fascinado la distancia que existe entre nuestro pensamiento y nuestro cuerpo: mientras yo bebía litros de agua, dormitaba de día y leía de noche, mi sistema inmune, imperturbable y ajeno a los sentimientos, combatía con éxito contra el virus que se había infiltrado en mis células.

El verano no termina de acabar, sigue haciendo calor, las plantas florecen una y otra vez, los insectos van de aquí para allá sin saber a qué atenerse, quienes se precipitaron a cambiar la ropa de los armarios han tenido que volver a sacar las camisetas de manga corta. Yo no le digo nada a nadie, pero en mi interior siento un poco de miedo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, es curioso. Llevamos años oyendo hablar del cambio climático, y no he oído a nadie comentar el hecho de que llevemos ropa de agosto el 10 de octubre. Será que en el fondo a la gente le gustaría tener un verano perpetuo; a mí no.

Jesús Miramón dijo...

Para mí un verano perpetuo es lo más parecido al infierno, y, no es por ser apocalíptico, pero el futuro comienza a parecerse a eso.

Gemma dijo...

Y no te falta razón. Aquí en Berlín, por lo menos, hace frío y nos llueve. Hasta bufanda llevo los días de más viento. Por lo mismo, me cuesta hacerme a la idea de que en Barcelona mis amigos y familiares vayan en manga corta.
Un abrazo desde el frío

Jesús Miramón dijo...

¡Berlín! ¡Qué envidia! Un abrazo, Gemma.

NáN dijo...

El miedo es estupendo: nos hace huir o enfrentarnos, pero nos descoloca y nos obliga a cambiar el pensamiento.

La semana pasada estuve unos días en la casa de la montaña de León. Es de la familia de L y empecé a ir a ella cuando L y yo nos unimos, hace muchísimos años.

En la fiesta, el 20 de agosto, no era infrecuente que en la verbena de la plaza, durante el descanso de la orquesta, nos fuéramos todos a casa a abrigarnos. Dos años hasta volvimos con abrigo y bufanda.

Pues bien, el sábado pasado, como las tres mesas del colmadillo donde te dan de cenar estaban ocupadas, esperamos en la terraza del bar de enfrente (¡en octubre una terraza abierta!), con una chaquetilla que además nos quitamos.

Mientras hablábamos del cambio climático, ha empezado. Tendremos días de mucho frío, porque consiste en eso: tendencia a lo extremo. Pero aquí, en zona tan privilegiada (de momento), "disfrutamos" de él. Además, la comida no la sacamos de campos resecos o inundado, como pasa en el tercer mundo, sino de los supermercados, así que no hay problema.

Jesús Miramón dijo...

Hola, NáN, es cierto, el cambio climático ya ha comenzado, y la influencia de nuestra especie en ese proceso parece indudable, como quiero creer que es indudable que más tarde o más temprano reaccionaremos.

Leí tu texto y también el de A filla do mar, aquellos en los que hablabais de la fuerza de nuestros actos individuales. Estoy totalmente de acuerdo, finalmente son los actos individuales los que modifican las cosas. Reciclar, intentar gastar la mínima energía posible, no dejarse arrastrar por el consumismo irracional, todas esas decisiones, y la herencia de su costumbre en nuestros hijos, serán las que sirvan para intentar minimizar siquiera un poco los desaguisados que hemos cometido.

Elvira dijo...

Suscribo tu resumen, Jesús: "finalmente son los actos individuales los que modifican las cosas. Reciclar, intentar gastar la mínima energía posible, no dejarse arrastrar por el consumismo irracional, todas esas decisiones, y la herencia de su costumbre en nuestros hijos.." Tengo 4 bolsas de basura para reciclado, apago las luces que no estoy utilizando, recojo en un cubo el agua de la ducha hasta que sale caliente y luego la reutilizo para regar u otras cosas, voy andando a muchos sitios y cojo el coche lo mínimo, llevo siempre en el bolso bolsas reciclables para que no sea necesario que me pongan la compra en las normales de plástico, etc. Mi hija está tan concienciada como yo. He visto a muchas personas quejarse en un supermercado francés cerca de mi casa porque ya no dan las bolsas de plástico normales sino que nos cobran por unas reciclables. Pero yo lo aplaudo, por supuesto.

Yo también quiero creer que reaccionaremos antes de que sea demasiado tarde. Leí la entrada Una de piratas de NáN con mucho interés y preocupación.

Un beso a los dos

Jesús Miramón dijo...

Hola, Elvira, cuando estuvimos en Normandía en verano de dos mil ocho nos sorprendió que no se facilitasen bolsas de plástico en la gran superficie a la que acudíamos. Algunas de las bolsas que compramos allí todavía las utilizamos aquí. Yo me alegro de que este tipo de medidas se vayan extendiendo, porque por mucho que casi todo el mundo aproveche las bolsas de los supermercados para bajar todo tipo de basura, no deja de ser plástico que no se recicla. Poco a poco, poco a poco. ¿Quién nos iba a decir en nuestra infancia que en cada esquina de las calles habría contenedores para separar la basura y aprovechar el vidrio, el papel, el aluminio y los plásticos? Un beso.