martes, 27 de enero de 2009

Sin título

Cada mañana conduzco hacia el oeste
con el sol saliendo detrás de mí. A los cuervos
y urracas les gusta la tierra que
mueven y apisonan grandes máquinas amarillas.
Contemplo las obras de la nueva autopista
y pienso en el amazonas. Pienso
en la luna, en marte, pienso en el futuro.

Algunas tardes regreso hacia el este
con el sol detrás de mí, su muerte comenzando
a borrar indiferente las horas y los caminos.
He recorrido muchos hasta llegar aquí, a
este instante preciso en el que escribo
"este instante preciso". No más allá,
no más lejos, no en otro lugar.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Como sabes, cada día viajo para trabajar, pero tú lo expresas como nadie. El mismo viaje cada día te da para mucho. Me gusta como escribes, Jesús, ya lo sabes.

Un abrazo

José Luis

Jesús Miramón dijo...

Sí, ya sé que viajas cada día como yo, tú en una dirección y yo en la contraria. Lo cierto es que salir a la carretera cada día tiene sus inconvenientes, desde luego, pero, sobre todo cuando no son demasiados kilómetros, también tiene su encanto: uno ve el efecto de las estaciones sobre el campo y es más consciente del paso del tiempo, de los espacios abiertos, de la velocidad. Los que conducimos en carretera abierta diariamente ya nos entendemos, ¿verdad? Gracias y un abrazo.

Anónimo dijo...

En todos los viajes hay una parte física y una parte emocional: además podemos añadir la parte del pensamiento que se escapa, con la ayuda de la música, de la radio, de las noticias...
Por eso hacernos bajar a los detalles que nos acompañan mudos, sin exigir que los compres o los bailes, es siempre una apertura a la conciencia.
Que te caracteriza

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Koldo. Sobre los viajes en coche, por cotidianos que sean, siempre recuerdo una frase de la película de Clint Eastwood "Un mundo perfecto", la que el prófugo protagonista, Kevin Costner, le dice en el coche al niño a quien acaba de hacer rehén de su fuga (y con quien acabará estableciendo una relación casi paterno-filial):

- ¿Sabes qué es esto?

- Es un coche, señor.

- Oh, no, estás muy equivocado, hijo, esto no es un coche, esto es una máquina del tiempo.

- ¿Una máquina del tiempo?

- Claro que sí. Si miras en el espejo retrovisor puedes ver el pasado, pero si miras hacia adelante puedes ver el futuro, que es el sitio hacia el que nos dirigimos.

Siempre me ha gustado mucho ese breve diálogo, hasta el punto de convertirlo en uno de mis amuletos. La película en sí no me entusiasmó demasiado, pero ese trocito del guión me parece genial. Desde entonces siempre que conduzco lo hago consciente de que mi coche no es meramente un vehículo de transporte, es una máquina del tiempo. Por supuesto que sí.

Anónimo dijo...

Algún día habrá que hablar de la "humanización" (o animalización, no sé), que experimentan los coches de los que viajamos cada día en ellos, y con ellos. ¿No es así,Jesús?

Saludos

José Luis

Jesús Miramón dijo...

Por supuesto. En mi caso lo cuido y mimo como lo que es: mi montura (bueno, vale, también mi máquina del tiempo), y del modo más absurdo y demente incluso le presumo ¡lealtad!

Aunque ni es absurdo ni es demente: lo que nos convierte en humanos es precisamente nuestra capacidad de imaginar.

Luis Rivera dijo...

Jesús, reconozco que este poema me cvrea sensnaciones contrarias. Me gusta mucho. Me suena como si leyera la traducción de un poema americano (por el encadenamiento de imágenes y la expresión, el concepto, la historia, etc.) Está perfectamente armado y es transparente el fondo bajo la superficie de la forma. Y tiene tres palabras, que me han subyugado, por como suenan en castellano, es una expressión hermosísima aunque la tengo que romper de su frase completa: "su muerte comenzando"

Jesús Miramón dijo...

Hola, Luis, siempre me sorprende, me resulta enigmático en cierto modo, el efecto que un poema mío puede causar en su lector. Es ése un territorio que ya no me pertenece.

Sí me atrevo a decir que cuando escribo un poema mi único propósito es aproximarme todo lo posible a la cadencia y sentido de lo que quiero expresar: a veces un sentimiento, a menudo solamente una sensación, con frecuencia el retrato de un paisaje exterior e interior al mismo tiempo. Mi propósito es articular con palabras lo que hasta ese instante no tenía forma pero existía en mi corazón, en mis riñones, en mi cerebro, en mis tripas. Y es un propósito que ya en su mera existencia, más allá de otras consideraciones, me satisface (me acompaña en la exploración desde que tenía doce o trece años). Si además alguna vez logro alcanzar otras conciencias con la expresión de la mía, con naturalidad, sin violencia ni falsos artificios, unidas durante unos segundos por nuestra condición humana, unidas por el milagro del lenguaje, entonces me atrevo a decir que soy puramente feliz.

Un abrazo.

Menuda dijo...

Yo solo puedo decir que leo y visualizo.
Y que me gusta.
Empatías cálidas o amargas.

Que dusfruto.
Que me acompañas, sin estar aquí.

Gracias